Cuando
cumples 50 años puedes, o celebrar
una fiesta grande con todos tus seres
queridos, o hacer un viaje que no
vas a olvidar en tu vida. Nos decidimos
por esto último. ¡Un
viaje con la familia alrededor del
globo!.
Consultamos a varias agencias de
viajes, pero sólo nos ofrecían
paquetes de viajes demasiado organizados,
lo cuál no era lo que buscábamos.
Casualmente, dimos, a través
de Internet, con Viajes Ambulo y conocimos
a Alex. Ya desde el principio nos
gustó su oferta para planificarnos
un viaje a nuestra medida, a nuestro
antojo. Mostró un gran conocimiento
de todos los lugares que nos propuso,
además de ofrecernos una gran
flexibilidad para con todos los cambios
de planes que tuvimos (¡y fueron
muchos!). Nos organizó una
vuelta al mundo perfecta, aprovechando
cada momento de las cuatro semanas
que duró nuestra aventura,
con excursiones interesantes, sin
olvidar, no obstante, el dejarnos
tiempo suficiente para recrearnos
con lo mejor de los diferentes lugares
visitados y podernos relajar lo suficiente
como para no hacer del viaje un suplicio.
En cada uno de los aeropuertos, nos
estaba esperando un guía nada
convencional (todos eran agradables,
simpáticos, dispuestos a hacernos
las estancias de lo más agradable
y, sobre todo, muy competentes), acompañado
de su conductor para llevarnos a los
hoteles (mención aparte merece
la extraordinaria selección
de los hoteles concertados por Alex.
No sabríamos decir cuál
de ellos tenía mayor encanto).
En las visitas guiadas, no sólo
nos enseñaron lo que habíamos
concertado con Alex, sino que siempre
ofrecían, en su tiempo libre,
otras visitas o excursiones de lo
más interesante. En particular,
todos se mostraron encantados de descubrirnos
aquéllos lugares que sólo
conocen lugareños. ¡Fascinante!.
Así, pudimos conocer, por poneros
un ejemplo, buena parte de la “China
Profunda”.
Nuestro viaje empezó en Madrid,
y nuestra primera parada fue, vía
Londres, China, dónde nos quedamos
diez días para conocer Shanghai,
con sus impresionantes rascacielos
y su vida moderna y cosmopolita, Suzhou
con sus increíbles canales
y sus secretos sobre la fabricación
y comercialización de la seda.
Xian, con su inenarrable santuario
de guerreros de terracota y su conocida
Pagoda de la Gran Oca, fue la siguiente
etapa en China. No olvidaremos el
recorrido en bicicleta por la muralla
de Xian, que rodeando toda la parte
antigua de la villa permite contemplar,
en perspectiva, esta peculiar ciudad.
Durante el paseo, naturalmente a primera
hora para mitigar el calor húmedo,
nos acompañó nuestro
guía, y ya amigo, Wang Pin.
¡Pobre!, después supimos
que no le gustaba nada montar en bicicleta
y tampoco era un fanático del
deporte. No sólo nos acompañó,
también nos relató la
significación de cada tramo
de muralla y de las partes de la villa
que protegía. Es uno de los
mejores recuerdos que guardamos de
nuestro viaje. La última etapa
en China fué la región
de Guillin, una zona montañosa,
muy curiosa por la caprichosa disposición
de los pináculos verdes. Remontamos
el curso del río Li, dónde
encontramos, desde los pescadores
tradicionales que utilizan todavía
los cormoranes como arte de pesca,
hasta pueblecitos diminutos de la
“China Profunda”, cuya
“farmacia” ofrece jarabe
de serpiente, huevos cocidos en arena,
y donde los mayores juegan a naipes
ininteligibles para nosotros.
Nuestra última visita en China,
antes de partir a Sydney, también
fue una sugerencia de nuestro guía.
No estaba dispuesto a dejarnos marchar
sin que conociéramos la región
de las mujeres del “Guiness”.
Tras un recorrido de un par de horas
en autobús, subiendo la montaña
de la “Espalda del Dragón”,
visitamos la región famosa,
no sólo por la longitud del
cabello de las mujeres, si no por
sus cultivos en terrazas.
Desafortunadamente, también
quiso ser protagonista la lluvia.
Nunca hemos visto llover con tal intensidad.
Aunque, bien pensado (una vez secos)
, también fue una experiencia
única.
Del calor y la humedad de China pasamos
al invierno australiano, aterrizando
en Sidney. Nos sorprendió esta
ciudad con su ambiente, la amabilidad
y hospitalidad de sus gentes, su ritmo
y estilo de vida. En Sidney sólo
tuvimos asistencia de guía
durante un día, el que Alex
nos organizó para conocer lo
más interesante de los alrededores
de Sidney. Mereció la pena.
Primero visitamos un parque con los
típicos animales de Australia
dónde pudimos desde acariciar
koalas hasta dar de comer a canguros
albinos. De ahí partimos a
las inmensas Blue Mountains, con unas
vistas espectaculares. Para el resto
de nuestra estancia, ya sin guía,
contamos con la lista de sugerencias
que nos ofreció Alex. No pudimos
con todas, pero todas las que hicimos
merecieron la pena: El Acuario de
Sydney con sus tiburones blancos etc.,
un mercado muy típico de Sydney
y una serie de restaurantes buenos
y otras cosas útiles. Nos dio
pena dejar Australia, este continente
tiene todavía mucho por descubrir.
De Sidney volamos a Papetee (Tahiti),
y, pocas horas después, a Bora
Bora. Para empezar con las buenas
noticias, el hotel contratado por
Alex era, simplemente, espectacular,
un hotel de ensueño, un “overwater”
bungalow (palafito), en una zona paradisíaca
de la isla, en el interior de la laguna
que forman los arrecifes de coral.
Y lo disfrutamos al máximo
haciendo buceo, descubriendo peces
exóticos y conchas de todo
tipo, paseando por el arrecife, rodeando
la isla en una moto acuática,
unas puestas de sol impresionantes….realmente
para quedarse el resto de tu vida!!!!!!!
Tras seis días de disfrute
playero y recuperando fuerzas después
de nuestras andanzas en China y Australia,
nuestra última escala fue Los
Angeles.
Además de aprovechar el viaje
para visitar a unos familiares afincados
desde hace algún tiempo en
L.A., también tuvimos tiempo
para visitar Hollywood, Sta.Mónica,
el famoso Beverly Hills y, en definitiva,
hacernos una idea de cómo es
esta inmensa ciudad.
Al final del viaje, a nuestra llegada
a Madrid, sólo teníamos
una cosa clara: no importaba el cansancio
acumulado, las horas de avión,
las dificultades idiomáticas,
los cambios de horario, la asimilación
rápida de nuevas costumbres
culinarias o las pequeñas tonterías
que supone, de vez en cuando, el viajar
con dos adolescentes. Todos teníamos
la misma impresión: REPETIRÍAMOS
LA EXPERIENCIA AL DIA SIGUIENTE.
P.D.: Eso sí, si podéis,
hacédlo con Alex. Merece la
pena. Nosotros ya estamos pensando
que nos organice un recorrido de,
aproximadamente cuatro o cinco semanas,
por el continente Africano. Esperemos
que se pase la crisis y para la primavera-verano
del 2010 confiamos en poderlo hacer. |